Este es el momento en el cual el alumno conoce el objetivo del momento educativo que se va exponer y las actividades se realizarán para alcanzar dicho objetivo. Se despierta la motivación y el deseo por aprender. Desde la doctrina agustiniana esta fase se basa en los siguientes presupuestos:
La enseñanza es un ejercicio de amor: el amor ha de ser la verdadera motivación de la educación y el origen de la verdadera vocación del maestro. Las relaciones entre el maestro y el alumno han de ser de amistad, semejantes a las que hay entre el padre y el hijo, pues la educación más efectiva es la educación más afectiva.
Enseñar y aprender con alegría: la alegría hace que el proceso enseñanza-aprendizaje suscite en el maestro y en el alumno una adecuada disposición. Esta alegría creará un clima de relaciones fraternas y amistad donde la expresión de las ideas se realice con libertad. Cuanto más alegre sea el ambiente de la enseñanza más agradable resultará el aprendizaje.
En esta fase el alumno debe descubrir, indagar, investigar, analizar, pensar sobre un tema o situación que el docente le presenta. Este momento puede estar apoyado por material concreto, herramientas de tecnología, alguna lectura, la solución de un problema, etc. Desde la doctrina agustiniana esta fase se basa en los siguientes presupuestos:
El profesor ha de avivar el interés del alumno: los seres humanos tienen naturalmente a maravillarse y descubrir el mundo externo e interno, por lo tanto, la enseñanza debe ser un proceso que suscite el interés y admiración. San Agustín indica que la sabiduría se consigue con el apetito por la Verdad y el bien; y éste se abre, muy especialmente con la confianza, la cercanía, el diálogo, la atención y sobre todo reconociendo la necesidad de la Verdad.
El juego es un instrumento de aprendizaje: cuando se participa en actividades lúdicas o activas, y experienciales se consiguen los mejores resultados.
El objetivo principal es el intercambio de las ideas e impresiones que surgen de la fase anterior, promoviendo el cuestionamiento, el debate y la crítica necesarias para generar nuevos conocimientos Es importante que todos los alumnos aporten al diálogo y se hagan preguntas para razonar el aprendizaje, extraer conclusiones, o deducir otras ideas. Desde la doctrina agustiniana esta fase se basa en los siguientes presupuestos:
En educación lo primero es el reconocimiento del alumno como persona: el estudiante es el protagonista de su propio proceso de educación que en relación con los profesores como acompañantes se ven impulsados al discernimiento de las cosas y al conocimiento de las mismas. Para Agustín la Verdad no se enseña ni se aprende, sencillamente se descubre.
Su meta fue la formación de la persona: la pedagogía de Agustín se centra en la formación de la persona para que se encuentre con Dios, se conozca a sí misma y pueda relacionarse adecuadamente con la ciencia y el mundo que le rodea. La pedagogía agustiniana entiende que la educación está orientada a la plena humanización de la persona, de acuerdo con el proyecto de Dios. Esta humanización supone buscar la Verdad que se encuentra en el interior del hombre y el compromiso con su realidad.
Esta fase debe tener la información o contenidos básicos necesarios para alcanzar la competencia en la que se está trabajando. El profesor complementa y explica el tema para enriquecer las etapas anteriores, adaptándose a las capacidades y necesidades del alumno. "Nadie logra elevar al otro a su propio nivel a no ser que él mismo descienda al nivel del otro" dice San Agustín. Desde la doctrina agustiniana esta fase se basa en los siguientes presupuestos:
Exige del maestro una actitud de sencillez y humildad: Para el maestro agustiniano el trabajo más importante no es el demostrar cuanto sabe, sino el atender y guiar el aprendizaje del alumno. El maestro debe ser humilde porque se enfrenta a dos realidades que sobrepasan la categoría de su saber: la persona del alumno y la verdad que estamos descubriendo.
El educador debe guardar un difícil equilibrio entre la autoridad y el diálogo, la disciplina y la libertad, la exigencia y la adaptación: Es el arte del acompañamiento y del ejercicio de la autoridad. Cuando se inicia el proceso de la educación es fundamental mantener con claridad el ejercicio y la imagen del maestro; solamente cuando el alumno inicia su autoría y se va responsabilizando de su vida, se dará paso a la autoeducación. Mientras tanto el maestro será compañero de camino y de búsqueda, ayudando al estudiante a sacra a flote sus potencialidades.
Esta última fase busca la aplicación del conocimiento adquirido. Es aquí donde los alumnos generan un producto propio relacionado con la competencia que se está trabajando o de igual forma se puede ejercitar lo aprendido. Animar a la razón y al corazón o la voluntad a actuar. Desde la doctrina agustiniana esta fase se basa en los siguientes presupuestos:
Frente a la frivolidad y superficialidad, San Agustín propone el camino de la reflexión y de la interioridad para llegar a la verdad: una persona puede conocer muchas verdades, pero, como no conozca la verdad sobre sí mismo, el porqué y el paraqué de su existencia, y sobre todo la verdad por antonomasia que es Jesucristo, será una persona desorientada.
Competencia y autoridad en el maestro: Agustín entiende que el profesor debe ser una persona preparada en conocimientos y en conducta. Pues además de nutrir con sus conocimientos debe estimular y arrastrar con su vida. "La buena conducta de quien ejerce la autoridad es la mejor y más eficaz confirmación de las verdades que enseña". (De Orden. 2,9).
A continuación se presenta una gráfica sobre las fases de la metodología del Colegio Agustiniano de Guatemala: